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Tres mensajes, tres grupos

Los adventistas encontramos nuestras raíces y significado en la historia.

Jared Thurmon
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Tres mensajes, tres grupos

Construyamos sobre una plataforma de esperanza

A menudo se piensa que los adventistas del séptimo día y los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 van de la mano. Durante años, el logotipo mismo del movimiento mostró tres ángeles volando por el medio del cielo con un mensaje para todo el mundo.

Históricamente, hemos creído que el mensaje del primer ángel fue dado a los primeros creyentes adventistas del siglo XIX. Después de ese primer mensaje, el segundo es un llamado a salir de Babilonia, o de las religiones confundidas del mundo. Hasta creemos que el mensaje del tercer ángel comenzó a ser escuchado en diferentes partes de la tierra, pero que su impacto más amplio fue de alguna manera limitado hasta el futuro.

Sin embargo, ¿qué pasaría si miráramos a estos mensajes de una manera totalmente diferente, en un contexto futuro en el que cada mensaje asume un nuevo significado?

No tenemos que mirar mucho para ver un momento futuro para estos mensajes. En Primeros escritos, leemos estas palabras: «Cuando los mensajes de los tres ángeles son presentados de nuevo al mundo en forma notoria, precisamente antes del segundo advenimiento de Cristo, el ángel de Apocalipsis 18:1 une su voz a la proclamación del segundo ángel en el anuncio: “Ha caído Babilonia… Salid de ella, pueblo mío”».*

Los adventistas encontramos nuestras raíces y significado en la historia. No estoy queriendo debatir eso. Pero sugiero que a veces perdemos el sentido de nuestra relevancia profética al mantener en el pasado cosas que deberían tener una aplicación renovada para nuestra realidad actual.

Estos tres mensajes deberían ser escuchados en forma colectiva y en secuencia. Son mensajes que señalan que Dios nos está pidiendo a todos que decidamos a quién adorar antes de que se pronuncie juicio sobre todo el mundo.

EL PRIMER ÁNGEL

«En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!”» (Apoc. 14:6, 7).

Este mensaje es un llamado a temer a Dios. Salomón escribió: «El temor de Jehová es aborrecer el mal» (Prov. 8:13). Este mensaje también es un llamado a dar gloria a Dios. ¿Cómo lo hacemos? Jesús dijo: «En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto» (Juan 15:8). El fruto del Espíritu es resultado de nuestra entrega completa al Espíritu Santo, el resultado de abrazar este mensaje.

Entonces deja en claro a quiénes comprendería este mensaje: a los que creen en el juicio y en el Creador de los cielos y la tierra.

No conozco otro grupo en el mundo que interprete mejor este mensaje, que los adventistas del séptimo día. También es normal que la proclamación del mensaje lleve a que más personas se sumen al movimiento, que entonces crece y avanza al segundo paso.

Ningún otro grupo religioso cree en el mensaje de la hora del juicio, hace un llamado a dar gloria a Dios, y celebra a Dios como el Creador del cielo y la tierra cada séptimo día.

Ese primer mensaje ha sido fervientemente adoptado por la Iglesia Adventista, que busca evitar el mal y honrar al Creador dándole gloria, todo esto en el contexto de que el tiempo no durará para siempre y que se está llevando a cabo el juicio de los vivos.

¿Quién da el mensaje en todo el mundo? Los individuos que lo han recibido, que se identifican con el movimiento, y quienes, en amor y misericordia, lo proclaman mediante el ejemplo, la pluma y la palabra.

EL SEGUNDO ÁNGEL

«Otro ángel lo siguió, diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación”» (Apoc. 14:8).

Este es un mensaje serio. Es un claro anuncio de que la religión se ha corrompido, y de que Dios no tolerará por mucho más la religión falsa. Es el llamado divino a los que fueron despertados por el primer ángel, a los que aceptaron el primer mensaje. Salen y lo proclaman a sus amigos de Babilonia –definida históricamente como las iglesias caídas del cristianismo– a aquellos que rechazaron el mensaje del evangelio eterno. En su misericordia, Dios les da otra advertencia: este mensaje es para ellos.

Muchos escucharán el mensaje de que su sistema de creencias es corrupto. En lo profundo pueden haber sentido que algo no estaba bien. Ahora, más que nunca, están convencidos de que es así.

EL TERCER ÁNGEL

Este último mensaje a todo el mundo comienza con: «Si alguno…». Pareciera que si alguien no entendió el primer mensaje o no respondió al llamado del segundo, ahora se le dice claramente: Este último es para ti. En su misericordia, Dios te está hablando.

El tercer ángel comienza con una advertencia que posee una urgencia como ninguna otra. Es un llamado a permitir que Dios nos salve, o procurar, por el contrario, salvarnos a nosotros mismos. Dios es claro: la salvación es cuestión de adoración. Como resultado del llamado fiel de amigos y familiares, muchos de los que ahora escuchan el llamado saldrán de las iglesias caídas y su adoración errónea y se unirán al movimiento adventista, saliendo juntos para dar el último mensaje al mundo. Este tercer mensaje se ve intensificado por el llamado de un cuarto ángel, que repite con poder el clamor del segundo y añade la advertencia de las siete plagas inminentes: «Después de esto vi otro ángel que descendía del cielo con gran poder, y la tierra fue alumbrada con su gloria. Clamó con voz potente, diciendo: “¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! […] ¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!, porque sus pecados han llegado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus maldades”» (Apoc. 18:1-5). El mensaje va a todos los que alguna vez han profesado ser seguidores de Cristo; a todos los que han escuchado y resistido el susurro del Espíritu Santo. Va dirigido a personas que aún forman parte de la confusión religiosa, ideológica y espiritual que es Babilonia; a los que no profesan fe alguna, o profesan una fe que nada tiene que ver con el Dios de la Biblia.

En su misericordia, Dios brinda a todo ser humano vivo una última oportunidad de escuchar y ver el mensaje a todo color. Entonces, todos elegirán ponerse de parte del pueblo de Dios, o insistirán en avanzar por su cuenta, procurando salvarse a sí mismos.

Usted y yo tenemos la oportunidad de ser parte de la acción. La invitación de Cristo es: «Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo» (Apoc. 3:20). * Elena G. White, Primeros escritos (Mountain View, Cal.: Pacific Press Publ. Assn., 1962), p. 306.

Jared Thurmon

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